Ese amarillo que aparece

“E.M: Carlos, los pintores, los poetas, los artistas tienen fama de ser seres atormentados ¿Cómo logras tu jovialidad, tu rostro siempre risueño, tus risotadas?

C.C.D: Cuando le dije a mi padre que iba a ser pintor que no quería ser bachiller, que quería ser artista y mis padres se regocijaron con eso desde ese momento para mí la vida ha sido la alegría, yo no trabajo, yo me divierto, para mí el arte es un regocijo, un placer del espíritu, es una plenitud poder realizar la obra.

Tiempo después entendí de qué se trataba esa angustia de los atormentados que es el deseo y la preocupación de encontrar su propio discurso, yo tuve la oportunidad de encontrar mi discurso y lo he podido desarrollar. Hay otros artistas que no lo han encontrado, por lo tanto, siguen atormentados, es la búsqueda de la identidad la que produce la angustia.”

Extracto de “Yo no emigré, fue un proyecto de vida”. Entrevista de Esperanza Márquez a Carlos Cruz-Diez (06/06/2015). http://goo.gl/ZLArbh

Nací en Valencia en el seno de una familia conservadora, llena de profesionales de la ingeniería, el derecho y la medicina. Toda carrera fuera de los estándares cotidianos —especialmente aquellos que se dictaran más allá del perímetro de la ciudad— era desestimada. En el 2002, cuando dije a mis padres que quería estudiar Artes Dramáticas, fue como contar un chiste. Me aconsejaron buscar una carrera “de verdad”. Les dije entonces que quería ser comunicadora social, por mis inclinaciones literarias. Esta vez se negaron pues esa decisión implicaba mudarme a Caracas, la capital. La ciudad más peligrosa del país. “Busca algo en Valencia”, me dijeron. Totalmente frustrada, terminé inscrita en la facultad de Ingeniería de la Universidad de Carabobo; antes de finalizar el primer semestre renuncié e inicié una carrera de Negocios y Mercadeo en la UNITEC, universidad privada que tenía todo el desprecio de mi papá. No me apasionaba como profesión, pero me pareció interesante y me proveyó los medios para dar pequeños pasos hacia mi sueño: mudarme a la capital.

En el año 2008 fui contratada por Procter & Gamble y, felizmente, empieza mi vida en Caracas. Soy libre por fin para explorar áreas culturales inexistentes en mi ciudad natal y frecuentar círculos artísticos que me interesaban mucho. Inicio un Blog de aventuras personales que me da espacio para escribir como ejercicio: La Ideografía de MdlA.-. Junto a otros amigos Bloggers, formamos una generación de colegas virtuales con los que hasta hoy mantengo contacto. 

Suelo decir que en La Ideografía aprendí a verbalizar la dicha y la infamia. Una de mis amigas blogueras de la época se refería a “traer sangre al Blog” como analogía de traer pan a la mesa. Esto quiere decir que el número de visitas diarias era proporcional a la cantidad de drama que se lograra plasmar en cada post. Por supuesto, esto no es una regla universal, solo una norma que aplicaba al tipo de Blogs que en aquél momento algunos escribíamos.

Al escribir en La Ideografía yo no tenía discurso. Tipeaba desde mis frustraciones y tormentos; desde la angustia de todo aquello que nunca había podido ejercer libre con el apoyo de mi núcleo cercano. Numerosos posts, cientos de páginas e incontables palabras constituirían un ejercicio de escritura, un afinamiento progresivo de la forma, pero no el hallazgo de mi propia voz.

Nunca imaginé que tendría la oportunidad de conocer al Maestro Carlos Cruz-Diez. Sin embargo, cuando me mudé a Panamá en el año 2010, diversas circunstancias propiciaron cruzármelo en el camino: una conferencia, algún evento social o exposición de arte constituyeron encuentros fugaces que me hicieron entender mejor su obra y admirarlo más. Recuerdo que, en aquellos días, lo escuché contar la misma anécdota del pasaje que refiero al principio del post (entrevista de Esperanza Márquez a Carlos Cruz-Diez), y me quedó profundamente grabada; me hizo interesarme de manera particular en su trabajo artístico y, lo más importante, sembró una semilla en mí que hasta el día de hoy sigue brotando y creciendo.

A finales de 2012 empiezo a frecuentar la comunidad literaria local en Panamá —gracias a Samir, mi esposo, quien me pone en contacto con Danae Brugiati, su profesora de español y escritora panameña—. Ella, a su vez, me refiere al escritor Enrique Jaramillo Levi y asisto a varios de sus talleres avanzados de cuento en mis ratos libres. Estos talleres se convierten en un escape a mi vida laboral que me hace feliz. Carolina Fonseca, escritora venezolana, me presenta el Passion Test, ayudándome a convencerme de algo que, dentro de mí, siempre había sabido: escribir es mi pasión. A finales del año 2014 y a principios de 2015 ya me lo he tomado en serio, es a esto a lo que me quiero dedicar. Se presentan las condiciones propicias para dejar el mundo corporativo y emprender el camino incierto del arte con el entero apoyo de Samir. Como afirma el Maestro: “El artista practica una profesión de riesgo permanente. El arte es una aventura sin esperanzas, una apuesta”. Y yo aposté All-in.

Justo antes de publicar mi primer libro de cuentos —“Umbrales líquidos”, en la XI Feria Internacional del Libro de Panamá 2015—, me topo con la entrevista hecha por Esperanza Márquez a Carlos Cruz-Diez para el diario El Nacional. Sus palabras me infunden coraje otra vez; como una señal, me refuerzan que estoy en el camino correcto.

Hoy reflexiono sobre mi historia, en particular sobre la influencia del Maestro en mi decisión de “vivir en arte” y, desde mi corta y humilde experiencia, hallo aún más sentido y sabiduría en su filosofía del “artista atormentado vs., el artista feliz”: en el pasado, producto de mis frustraciones, ejercía la escritura en La Ideografía desde el tormento, un Blog donde la dicha y la infamia eran protagonistas, donde mi voz se disolvía entre el risco y el vacío. Me gustaría afirmar que hoy ya he encontrado mi discurso literario; no obstante, en esta etapa prematura de mi carrera me defino como una escritora experimental que trabaja por lo que creo que son sus fundamentos; por aquello que, en una reciente conversación con el Maestro, me incitó a materializar: “Encuentra tu discurso y cree en él, si hay evidencias para creer. No te engañes a ti misma. ¡Hazlo lo más claro posible y no te enredes!”. Lo que sí puedo afirmar con toda seguridad es que mi trabajo ya no nace del tormento, sino de la plenitud de poder realizar la obra. De la felicidad de poder escribir; del regocijo de contar con el apoyo de mi esposo y mis allegados en esta apuesta ciega.

Ya les dije que me considero una escritora experimental y, gran parte de mi trabajo, consiste en documentar mis propios cimientos y teorías literarias, definir rasgos de mi estilo, crear la base de mi discurso; todo esto como un detrás del telón de mi producción de ficción, por supuesto. Para mi deleite, estudiando la obra del Maestro, encontré una infinidad de paralelismos entre su obra y los embriones de mis concepciones literarias que he decidido contarles en otra entrega. Aún así, me parece importante nutrir esta entrada —a manera de reflexión para aquellos que escriben—, con el hallazgo más relevante: Carlos Cruz-Diez organiza sus obras en series, una de ellas son las “Inducciones Cromáticas”, donde mediante la “yuxtaposición de una trama azul y una negra sobre el fondo blanco, el ojo genera sobre este fondo el color complementario del color que se opone al negro. Lo interesante aquí, es que las inducciones logran estabilizar y hacer visible un fenómeno que solo podemos captar fugitivamente y en circunstancias muy especiales. Ese amarillo que aparece está y no está, tiene una existencia virtual, pero tan real como los pigmentos utilizados”. (Cita de Carlos Cruz-Diez: El color sucede. Catálogo de la Fundación Juan March, 2009).

Diagrama de una Inducción Cromática. Tomado del catálogo Cruz Diez: 90 Años de Color. Marión Gallery Panamá, 2013.

Diagrama de una Inducción Cromática. Tomado del catálogo Cruz Diez: 90 Años de Color. Marión Gallery Panamá, 2013.

Partiendo de la premisa de que el Maestro propone el color autónomo como un hecho evolutivo que nos implica, sin anécdotas y desprovisto de símbolos, es un acontecimiento maravilloso encontrar “ese amarillo que aparece” en lo que él llama el presente perpetuo: el momento en que el espectador se enfrenta la obra y ésta cobra un sentido único y verdadero cuando el observador descubre la capacidad de crear y destruir el color con sus propios medios perceptivos; cuando encuentra su propia resonancia efectiva. (Fuente consultada: Cruz-Diez: 90 años de color. Catálogo Marión Gallery Panamá, 2013).

Desde mis zapatos de escritora, me emociona reconocer en esa propuesta artística algo vital y quizás no siempre evidente en la ficción literaria: lograr una dialéctica entre el lector y el texto en la que el lector es partícipe y, por sus propios medios, descubre el significado del texto; en la que como autora puedo inducir que ese amarillo —que está y no está— aparezca frente a él. “Decirlo sin decirlo”, como resumió el Maestro. Es llevar el famoso Show don’t tell de Hemingway a un nivel intuitivo donde la participación del lector es tan clave como la destreza del escritor. 

Para concluir, les dejo algunas citas del libro Vivir en Arte. Recuerdos de lo que me acuerdo. Carlos Cruz-Diez, mayo 2014. Lectura divina 100% recomendada.

“…si se quiere decir o hacer algo que trascienda, es preciso poseer una estructura conceptual y una rigurosa disciplina de trabajo, toda vez que el don natural y la inteligencia no bastan por sí solos para hacer una obra. La admiración y halagos que provocan los destellos de inspiración o genialidad consagrada en esos círculos de amigos, a veces termina en una confortable y decadente postura de autosuficiencia…”. (Mi padre, poeta y alquimista. Pág. 20)

“Comprendí que en el planeta hay lugares por donde no pasan las coordenadas de la historia. Había estructurado mis propuestas, investigaciones y experimentos en torno al fenómeno del color. Estaba seguro de haber articulado un discurso inédito, pero nadie lo entendía, a nadie le interesaba. Me di cuenta de que alguien en otro lugar del planeta, por donde sí pasan esas coordenadas, podría tener las mismas ideas que yo había desarrollado y mostrarlas ante que yo, con lo que mi trabajo de años iría a parar a la basura.” (El regreso a Europa. Pág. 179).

“El arte no puede circunscribirse a paredes culturales o geográficas. (…) El arte es un discurso universal que no necesita pasaporte.” (Un arte sin fronteras. Pág. 192, 193.)

“Muchas veces he comprobado que el talento solo, sin estructura, no sirve absolutamente para nada. Se habla de suerte y oportunidades, pero a mi manera de ver, estos se encuentran íntimamente relacionados con la capacidad de análisis, objetividad y pragmatismo que tengamos ante las circunstancias. Hay que esforzarse por estar en el momento y en el lugar en que la oportunidad surge. ¿Cómo saberlo? No conozco la respuesta. ¿Será intuición? ¿Tal vez alguien, que nunca hemos visto, nos lleva de la mano…?”. (Suerte o lucidez… Pág. 337).