NaNoWriMo y la historia detrás de mi historia

Cuando estaba en primaria, escribí un cuento en clases de español que participó en un concurso de la escuela. Para mi sorpresa, el siguiente lunes durante el acto cívico me anunciaron como ganadora; de premio me regalaron un librito llamado La doncella guerrera y otros romances de amor, de Verónica Uribe, que de inmediato se convirtió en uno de los tesoros de mi niñez e influenciaría mis poemas futuros.

Por años traté inútilmente de encontrar ese cuento que escribí, o por lo menos recordar de qué trataba. Sin embargo, en aquella época las tareas se entregaban a mano, así que mi manuscrito original fue consignado y olvidado en algún rincón de mi colegio. Por suerte recordé el nombre, Agua Rosa, y a duras penas la trama: contaba la historia de un humilde pescador que había pasado por algunas vicisitudes y su eterno consuelo era un sitio mágico y secreto, una playa rosada. También recordé una escena, un poco dramática para haberla escrito una niña de quinto grado, en la que el hombre cae sobre sus rodillas, llorando (¿pidiéndole algo a Dios?) y los destellos del sol rebotaban en la superficie del agua creando un prisma rosado que iluminó todo alrededor.

Era común ir a la playa los fines de semana durante mi infancia. Íbamos a la casa de mis abuelos, que era tan amplia como básica, erigida frente a la orilla. La brisa marina en los corredores era divina. Una que otra vez íbamos a los cayos, pequeñas islas a las que se llegaba en lancha o peñero. Tengo un recuerdo vago --que hoy día no sé si fue verdad o un sueño--, de haber ido una de esas tantas veces a una isla de agua rosada; le pregunté a mi papá por qué el agua era de ese color y me dijo: por la sal. Haya sido realidad o sueño, alrededor de esos días fue el concurso de cuentos y, el mío, fue inspirado por un momento fabulado de mi memoria.

Me devané los sesos por muchos años tratando de reconstruir en mi cabeza aquel cuento que escribí. Hace algunos años pensé que, para ponerle fin a este acertijo recurrente, crearía una nueva Agua Rosa, con los remanentes que se alojan en mi subconsciente de aquella vieja historia que trajo a mí uno de mis más preciados tesoros, un librito de romanceros. He llevado esta idea en mi cabeza por un tiempo prudencial en la que suelto y rescato la tarea de escribirla a merced. En el 2016 intenté hacer NaNoWriMo y fracasé. La novela volvió a quedar revoloteando en el ático de mi cerebro hasta ahora, que ha llegado el momento de finalmente ponerla en papel. Este NaNoWriMo voy a re-fabular Agua Rosa, una historia con la que he aprendido a convivir y reinventar prácticamente durante toda mi vida. Los invito a que me acompañen en esta aventura. Saber que están ahí, de alguna manera, me ayudará a enfrentarme a la página en blanco… y a la incertidumbre de no conocer de qué va esta historia que llevo dentro.