La primera vez que leí ¡Basta! Me impresionaron sus imágenes: retratos de mujeres bajo una luz dura, fría y continua; ambientes miserables con el aire cargado de cruda realidad. En textos de corto aliento, pululan no sólo lugares comunes de la desdicha femenina, sino también objetos, sitios y paisajes tangibles que se erigen y despliegan en la mente del lector como una fotografía en un museo a la violencia.
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